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Saturados de deuda en pesos, el tiempo se agotó.

Por Salvador Di Stefano – Directoer de Agroeducación.

El gobierno carece de financiamiento genuino para la enorme crisis que atraviesa. El sector privado no tiene crédito y es difícil que genere crecimiento. El Estado está descapitalizado y endeudado. No se puede seguir comprando tiempo, hace falta un plan.

El gobierno ha unificado la Tesorería y el Banco Central para, entre ambos, poder equilibrar el presupuesto público. El problema es que se termina financiando con emisión espúrea de dinero, las puertas del ingreso de dólares están cerradas (cepo), la inflación y devaluación del peso son las consecuencias de este comportamiento.

La economía argentina viene cerrando sus puertas de financiamiento. En el año 2016, el gobierno de Mauricio Macri pagó las deudas impagas y levantó el juicio en el tribunal de Thomas Griesa. Esto abrió las puertas al financiamiento internacional, el FMI y el mercado interno.

Estas puertas no duraron mucho tiempo abiertas. En el año 2018, luego de que Nicolás Caputo colocara un bono a 100 años, los mercados de crédito se cerraron para la República Argentina en el marco de una crisis internacional desatada por la guerra comercial entre China y Estados Unidos. El gobierno de Mauricio Macri procedió a devaluar el signo monetario y abrió la puerta del financiamiento del FMI, cuyo primer acuerdo se dio el 26 de septiembre de 2018. Esta puerta no duró mucho abierta, en agosto de 2019, con el triunfo de Alberto Fernández, esta puerta se volvió a cerrar.

La única puerta que quedó disponible para el gobierno fue el mercado interno, no obstante, el ministro Hernán Lacunza, el último ministro de economía del gobierno de Mauricio Macri, reestructuró la deuda en pesos y terminó por liquidar la confianza del mercado en los instrumentos de deuda que emite el Estado.

Cuando asumió Alberto Fernández, los mercados internacionales y el FMI estaban cerrados, el mercado interno herido y solo tenía por delante presentar un ambicioso programa de gobierno para ganar credibilidad y volver a financiar hasta equilibrar las cuentas públicas. Otra opción era abrir las puertas del financiamiento del Banco Central, medida que, combinada con un cepo al dólar, nos aseguraba el inexorable camino a una mayor inflación y devaluación del peso, que, sin un correctivo en el plan económico, se acelera a pasos agigantados.
Estado de situación
El Estado abusó de la búsqueda de fondos en el mercado interno. Esto nos llevó a que la deuda interna de Tesorería, en pesos, al mes de abril se ubicaría en U$S 82.787 millones, mientras que la deuda del Banco Central en pesos, medida en dólares, U$S 40.028 millones. Entre ambas suman el equivalente a U$S 122.815 millones.

Para los amantes de los números en pesos, ambas deudas suman $ 11.495.459 millones, este monto equivale al 23% del PBI.

Ambas deudas son en pesos. La deuda del BCRA paga tasas que van del 32% al 38% anual, mientras que, en el caso de la Tesorería, se combinan deuda a tasa nominal, ajustada por inflación y ajustada por dólar linked.

El avance del Estado sobre el mercado de crédito es manifiesto. El Estado se está quedando con todo el financiamiento existente en el mercado, dejando una mínima parte para el sector privado.

En diciembre del año 2017, el stock de préstamos al sector privado sobre el total de los depósitos era el 72%, mientras que, en el mes de mayo, ese ratio bajó al 42%. Esto implica que hoy, al sector privado, le están faltando $ 2.000.000 millones de crédito, que, medido en dólares, serían unos U$S 21.000 millones.
Cómo sigue la película
La crisis sanitaria sigue dejando como resultado un déficit fiscal creciente en el Estado. Los ingresos públicos difícilmente repunten con una economía golpeada y cerrada, mientras que los gastos se espiralizan a la suba con más subsidios. A esto le tenemos que sumar los intereses crecientes que pagamos en concepto de la deuda del BCRA más la Tesorería.

De continuar con esta tendencia, en la medida que sigamos inmersos en la crisis sanitaria, y sin un cambio profundo en el plan económico, el gobierno necesitará más dinero para financiar el déficit fiscal y pagar los intereses de la deuda que va corriendo. Esto implica que vamos a un escenario de más emisión sin respaldo, absorción del crédito por parte del Banco Central y menos financiamiento al sector privado. El perro que busca morderse la cola y nunca llega. 

Esta dinámica nos asegura una tasa de inflación creciente, que este año podría ubicarse en niveles superiores al 50% anual, mientras que la tasa de devaluación del dólar oficial, hoy pisada por el Banco Central, deberá arbitrar a niveles similares a la tasa de inflación para no generar restricciones en el sector externo.

En el mientras tanto, con inflación creciendo, tasas de interés reprimidas en niveles por debajo de la tasa de inflación y dólar oficial pisado, la brecha entre los dólares alternativos y el dólar oficial comienza a crecer. En el mes de abril alcanzó un piso en torno del 65% y hoy se ubica en torno del 70%, con tendencia a crecer.


Conclusiones
El no pago de la deuda del Club de París y la falta de un acuerdo con el FMI, profundizan el escenario de desconcierto, con la Tesorería colocando deuda en el mercado interno y el Banco Central con la doble función de emitir dinero para asistir al Tesoro y absorber pesos para que no se acelere la tasa de inflación.

El gobierno está comprando tiempo con estas medidas, ya que no tiene un presupuesto equilibrado, no logra un prestamista que le financie la transición y no hay lluvias de inversiones del exterior que le garanticen mayor crecimiento, incremento de ingresos fiscales, llegada de dólares frescos y una bocanada de aire sobre la actividad económica.

Bajo el escenario actual, es muy probable que, en los meses siguientes, se acelere la tasa de inflación, suban los dólares alternativos y esto exija que el gobierno tenga que reescribir su plan económico. Hay un exceso de intervención, que ya no alcanza para seguir comprando tiempo, el tiempo se agotó. 

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