Hingaia Angus: la tradición ganadera neozelandesa de los Jolly

En nuestra recorrida por Nueva Zelanda visitamos Hingaia Angus, un establecimiento de 600 hectáreas volcánicas donde la cría y recría de ganado se combina con un manejo técnico de precisión y una fuerte impronta familiar. Allí nos recibieron Richard Jolly y su hijo Andrew, quienes abrieron las tranqueras y compartieron, con sencillez y pasión, los secretos de su sistema productivo.
Pasturas y manejo forrajero
La base de la producción está en las pasturas de trébol y ryegrass perenne, acompañadas de 50 hectáreas de maíz y parcelas de brásicas para ovinos en invierno. El excedente se guarda en silos plásticos y rollos que pueden conservarse hasta dos años, garantizando forraje en épocas de escasez.
El agua surge de manantiales naturales y se conduce a tanques elevados para luego descender por gravedad a los potreros: un sistema simple y eficaz que refleja la filosofía de trabajo de la familia.
Carga y organización
En los meses de mayor oferta forrajera, el campo sostiene 1.000 bovinos y 2.000 ovinos. En invierno, la carga se reduce a 800 cabezas, manteniendo constante la majada. Los potreros, de entre 5 y 7 hectáreas, permiten manejar una carga promedio de 2,5 animales por hectárea.
Genética y reproducción
Con una preñez del 90–95% en apenas 7–8 semanas, Hingaia Angus demuestra la solidez de su esquema reproductivo. El 20% del rodeo de cabaña se insemina con semen importado de Estados Unidos y Australia, mientras que el 80% restante se sirve a campo con toros propios.
“No usamos hormonas ni sincronización a tiempo fijo; pintamos la cola de las vacas y detectamos el celo de forma natural”, explicó Andrew. Este manejo, sumado a la sanidad del rodeo y la longevidad de las vacas (que producen hasta los 10 o 11 años), refuerza la confianza en el sistema.
Producción y mercados
Los novillos alcanzan entre 320 y 380 kg de carcasa a los 2–3 años, con precios actuales de u$s 7/kg. El destino principal es la exportación de carne a EE.UU. para hamburguesas, aunque Richard confesó su preocupación por la competencia brasileña: “Con las nuevas tarifas en Estados Unidos, la carne de Brasil buscará otros mercados y puede complicarnos”.
En ovinos, los corderos se faenan con 20 kg de carcasa y cotizan a u$s 180–200, lo que convierte al rubro en un complemento importante del negocio.
Sanidad y bienestar
El campo está libre de aftosa y tuberculosis, con un manejo sanitario preventivo que incluye suplementación con magnesio y fibra para evitar problemas metabólicos. “Preferimos prevenir el empaste con heno y aceites antes que usar carminativos”, detalló Richard, resaltando la importancia de un trabajo diario cercano a los animales.
Reconocimiento social
Más allá de la técnica, Richard destacó un aspecto humano: “Hoy la agricultura es de los pocos sectores que trae dólares a Nueva Zelanda, por eso la sociedad nos valora más que antes”. En tiempos de incertidumbre económica global, la producción de carne y leche se erige como motor de divisas y orgullo nacional.
Una lección para traer a casa
La visita a Hingaia Angus dejó claro que la clave del éxito neozelandés está en la combinación de conocimiento, disciplina y tradición familiar. Pero lo que más nos conmovió fue la pasión de Richard y Andrew por su trabajo, la misma que sentimos quienes producimos en Argentina. Al fin y al cabo, a ambos lados del océano nos une el mismo espíritu: el de vivir el campo con compromiso y orgullo.
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